Había dos enormes jacarandas en el patio de mi niñez. Había un árbol de peragua, tres de mango, diez de níspero, como cuatro de guayaba o de cas. Con los brazos abiertos yo abarcaba apenas un cuadrante del tronco del primer jacaranda. En la niñez todo es enorme, en la madurez más aún. En la niñez porque uno es pequeño, en la madurez porque ni modo, todo es enorme.

lunes, 17 de octubre de 2011

Polémica trunca sobre música


Un querido amigo es amante de la música clásica, especialmente la de piano; él es un virtuoso. Intenta, desde hace algún tiempo, ampliar mi cultura sobre el género, enviándome enlaces a conciertos de pianistas famosos, y referencias a obras inmortales de Chopin, Schuman, Liszt, etc. Luego estudiamos las piezas en su piano. Es una experiencia mágica.
Sin embargo, nuestra visión sobre la música da pie a la polémica: él maneja las dicotomías “clásica-popular”, “culta-vulgar”, “seria-informal”, etc. Yo profeso una visión integral, donde Bob Marley no desmerece frente a Bach, McCartney ante Beethoven o Silvio Rodríguez junto a Chopin. A un correo electrónico que él me envió, titulado “perorata sobre la música”, y en el que destacaba la idea de que un chachachá es en esencia “para tontos”, redacté la “contra-perorata” que sigue. Va como la envié, sin revisión especial. Y, como lo indica el título de esta entrada, de alguna forma logré que la polémica no siguiera. A estas notas él respondió con un afanoso silencio.


El tema de la música es, en efecto, pantanoso. No por que haga trampa o porque carezca, en esencia, de solidez. Más bien por insondable, por no dejar a la mente que trabaje con una frontera clara, con un deslinde que la tranquilice. Me decía, hace mucho, un antiguo amigo y colega de computación y literatura, que la mente, en un patrón cultural estándar, trabaja con "jerarquías de afinidad", para organizar la experiencia, para destilar ese producto final del proceso cognoscitivo que cabe llamar "conocimiento". Por ejemplo: es más perro un pastor alemán que un chihuahua. Así sucede en música. Para vos es más música una balada de Chopin que una balada de McCartney. Y, quizá, te parece que es "más música" la que se toca en un teatro, frente a un público que está sentado formalmente, que salvo contadas ocasiones tiene derecho a palmear (como he visto en teatros europeos hacer con la marcha del Toreador, de Carmen), y que - muy culto - no interrumpe con aplausos entre movimiento y movimiento, porque conoce, entiende, y sabe que la sonata en cuestión tiene las partes que tenga y se espera paciente hasta el final. O, es "más música" la que se toca con partitura, del mismo modo que un literato puede pensar que es "más poesía" la que tiene rima.

Varios ejes de caracterización (y por ende de "jerarquización") mencionás en tu "perorata". Uno sería la incorporación (o no) del cuerpo al escuchar la música. Es decir, bailar o no. Digamos que es el eje "sanguíneo-muscular". 
Otro eje sería, obviamente, el literario. Es decir, el carácter que tenga la letra asociada a la música, toda vez por supuesto que esta sea cantada. Aquí es donde el "derecho a lo subjetivo" del que escucha tiene no menos validez o peso que con respecto a la música como tal (vale decir, al sonido, independientemente del aspecto verbal que lo acompañe), y acudo al mismo ejemplo que vos me diste. Un tipo grosero, ramplón, pachuco, machista, mal músico (eso sería fácil de desbrozar) como Arjona es evidentemente inferior a un Fito Páez (excelente pianista, arreglista, y en mi opinión un poeta aceptable -no le doy mejor nota porque sus letras, muy rioplatenses, son confusas a mi modo de entender-), y por supuesto inferior también a un Silvio Rodríguez (que sería un poeta famoso aun si no hubiera musicalizado sus textos, y como compositor es extraordinario) o a un Joan Manuel Serrat (de méritos similares a los de Silvio)
Un tercer eje que señalás admite en mi opinión varios espectros: inmediatez/profundidad, simplicidad/complejidad, facilidad/dificultad, etc. ¿Qué tanto se tarda en apreciar la obra? ¿Cuántas veces hay que oírla? ¿Cómo es "por dentro"?, y con esto me refiero a su armadura, armonías, ritmos, es decir, al aspecto estructural que sólo un conocedor puede desentrañar.  
Un cuarto eje, que no mencionás en tu correo, pero que sí predomina a mi entender en tu gusto musical, es el carácter de clase. Me ubico: en el siglo 19, las aristocracias europeas, junto con las burguesías surgidas tras la revolución francesa y revolución industrial inglesa, consolidan un gusto musical que se nutre, entre muchos otras fuentes, de la música cortesana y eclesiástica previa (Bach, siglo 18, por citar el ejemplo paradigmático), y que conforma ese crisol donde un Liszt será el primero en consolidar/institucionalizar su carácter, según me comentabas la última vez: el director, la orquesta sinfónica, el concertista,el teatro, la gala. Desde entonces, esa "norma" determina la música de clase, vale decir "clásica". Por oposición está la "popular", acompañada de diversas tonalidades a cuál más peyorativa: para "tontos" (tu papá), para "bailar", para "la gente", "simple", "intrascendente", "no escrita", etc. A lo sumo, esa nomenclatura admite que en otras partes del mundo haya habido, durante mucho tiempo (un primer requisito), una clase dominante (segundo requisito), que haya desarrollado una cultura musical "refinada" (tercer requisito, más irritante que los anteriores), y por ende admite una categoría tal como "música clásica china".
Ahora mi visión-opinión respecto a cada eje:
1. Sanguíneo-muscular, s-m. No me jerarquiza nada. Música s-m puede ser muy buena o muy mala. Un clásico como "Llorarás" de Oscar De León es muy bueno. Yo lo escucho y en efecto me dan ganas de bailar. Lo analizo y veo la maravilla de la salsa, donde, como su nombre lo indica, se mezclan varias corrientes y géneros, entre ellos el jazz, con particular énfasis en los vientos. Sólo la línea de un bajo como el de "llorarás" ya lo asombra a uno. Mi amigo Raymi Fernández (dominicano, un gran tipo, consultor en informática, y además músico, bajista para ser más precisos) me hablaba de lo complejo que es el bajo en la salsa. 
En síntesis: la música s-m sólo establece una categoría, un tipo, no es superior o inferior. Leí por ahí alguna vez que Bach compuso los Brandemburgos (algunos movimientos de esos increíbles conciertos) con la ilusión de que la gente se pusiera a bailar.
Aquí va el enlace: 
 Oscar De León:
2. Literario. Este por supuesto que sí determina mejor o peor calidad para la música. Una letra tosca, repetitiva, carente de toda imaginación o sutileza (Arjona sería el más tristemente célebre ejemplo), una letra populachera pero llena de imaginación (José Alfredo Jiménez, con cosas tan bellas como "a mí las estrellas me iluminan al revés"), o un poema de Machado ("todo pasa y todo queda", Serrat: http://www.youtube.com/watch?v=Lj-W6D2LSlo), o uno de Schiller (Beethoven, Sinfonía Coral), me darán por supuesto una jerarquía. Es la magia que pueda haber entre letra y ritmo, entre forma y contenido. "Mujer, no llores, acuérdate de cuando solíamos sentarnos en el parque del gobierno, en Trenchtown" (Bob Marley, con ritmo  lento, ritual, cuya introducción por alguna razón siempre me remite al inicio de la Tocata y Fuga de Bach: http://www.youtube.com/watch?v=64QkD5pBWWE&feature=related
3. Complejidad-dificultad-lentitud de asimilación. Aquí no sé, no creo. La melodía más famosa del mundo (mi-mi-fa-sol-sol-fa-mi-re-do-re-re-mi-mi-re..., Beethoven, tema de la novena, cuarto movimiento) es extraordinariamente simple. Los Beatles son extraordinariamente simples. Bach, King Krimson, Stravinsky, pueden ser sumamente complejos. En cualquier género me he encontrado obras que me cuesta mucho asimilar al inicio, pero que con el tiempo llegan a gustarme profundamente. "Budapest", de Jethro Tull, rock progresivo, es un ejemplo típico. La consagración de la primavera es otro. Mi ignorancia (que me estás ayudando a empezar a subsanar) en música clásica me impide armar una lista más amplia de ejemplos. Sí tiene que haber, un "catch" desde el inicio, por más compleja que sea la obra. Algo que te diga: seguí explorando, hay más sorpresas...
4. Clase de la música, y en particular que sea de la clase "clásica"; valga la redundancia. Respeto esta opinión, y por supuesto no puedo, ni nadie en su sano juicio lo haría, negar la belleza, superioridad (en muchos aspectos) de las obras más famosas del género así llamado. Pero es con mucho el eje más ideológico, y sí me molesta (hay genes de izquierda que aun conservo) el demérito que los clasicistas hacen, tan apriorístico, de las demás formas musicales. 

Lo demás es misterio. ¿Por qué una obra, musical o plástica o literaria me gusta a mí y a muchísima gente y se vuelve universal (prefiero "universal" en vez de "clásica" por los motivos ya apuntados), y no se debilita al paso del tiempo? ¿Por qué se sigue escuchando intensamente a Mozart, a Agustín Lara, a Chopin o a los Beatles?
Hay una energía vital (espiritual diría mi amigo José Rafael Echeverría), que se nutre de armonía, claridad, fuerza, convergencia (me acuerdo de Vernor, hablando de sucesiones "bien portadas", y la música es una supra-sucesión), hay una facilidad, una lógica. A Bob Marley como a Paul McCartney o a Mozart o a Beethoven la melodía les salía, les manaba, incesantemente. Podían componer maravillas todos los días. ¿Por qué? No sé, pero Renoir podía pintar maravillas hasta muy viejo, artrítico, con el pincel amarrado a la mano con un trapo.
Luego, hay historia. Si la música clásica no se hubiera desarrollado así como la conocemos hoy, si los negros no hubieran sido llevados de esclavos a Brasil, si Latinoamérica no fuera un continente... (¡qué clase de mega-factores!) no sería posible la fusión de baile, clasicidad, popularidad, y otros elementos que me han maravillado, con la orquesta joven de Bahía, mirá:

Y bueno, en algún momento tenía que parar esta "perorata", que al inicio no sospeché que fuera a ser tan larga. Me pongo ya mismo a escuchar todo lo que me has sugerido, un abrazo.

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