Había dos enormes jacarandas en el patio de mi niñez. Había un árbol de peragua, tres de mango, diez de níspero, como cuatro de guayaba o de cas. Con los brazos abiertos yo abarcaba apenas un cuadrante del tronco del primer jacaranda. En la niñez todo es enorme, en la madurez más aún. En la niñez porque uno es pequeño, en la madurez porque ni modo, todo es enorme.

martes, 18 de octubre de 2011

¿Murió la concordancia?

He concluido, desde hace muchos años (a mí muchas cosas ya me pasan desde hace muchos años) que en este país la franqueza es grosería, la hipocresía virtud y la mediocridad poder. Bueno: poder político, más que poder artístico o poder amatorio, si es que estas últimas dos categorías tienen algún sentido. O poder deportivo o poder económico, pero no quiero diluirme.

Hago la salvedad, o advertencia del caso, porque sé que la reacción que tuve al hecho que aquí reseño puede fácilmente interpretarse como de grosería. Esa reacción (paciencia, ya explico), y el hecho de incluir esta entrada en la categoría de anécdotas de este blog.

Pues resulta que tuve el honor de recibir del Ministerio de Cultura y Juventud, MCJ, una invitación a participar como conferencista en una, así llamada, “Fiesta de las letras” (yo aquí le quité la mayúscula a “letras”), que será parte del XIII FIA (Festival Internacional de las Artes), previsto para del 15 al 22 de marzo del año venidero.

Ahora va lo increíble (“lol”, abrevian los ingleses): dicha conferencia se habrá de llamar, salvo nuevo aviso, “La ciudad y la palabra visto desde la práctica de la escritura”.

Hice acopio de modales y sentido de la diplomacia (poco desarrollado en mí, creo), y con la misma advertencia que hago en el segundo párrafo de esta nota, envié una respuesta a la estimable funcionaria del MCJ que me remitió la invitación.

Al agradecimiento por tomarme en cuenta agregué: “me permito indicar que hay un error de concordancia elemental en el título de la conferencia, debería ser “La ciudad y la palabra vistas desde la práctica de la escritura”, y con todo respeto les sugiero que corrijan ese error”.

Supuse que al día siguiente vendría una apresurada respuesta: “Ya corregimos el error, señor Arias, qué pena”. Soy un optimista incorregible, concluyo aquí, porque al respecto el silencio cubre como un manto el “Inbox” del “Gmail”, hasta la fecha.

Mientras tanto, las interrogantes continúan picando como bolitas de ping pong:

¿Cómo es posible que el título de una conferencia que estará en la agenda de una “Fiesta de las letras” tenga un crudo error de concordancia?

¿Cómo es posible que en el ente rector (digo, en teoría) de la cultura (lo que eso sea) de mi país no haya habido funcionario alguno capaz de detectar ese error?

¿Será que el que está fuera de época soy yo, y que las concordancias de género y número entre sujetos, verbos y predicados ya “no aplican”?

Tal vez es que esto último están pasando, y que los reglas gramaticales tiene el día contados y las personas viejo como yo visto como un todo integradas han ido a dar al canastos del olvido también llamado las baúles o el gavetas de las recuerdo.

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